El Temple De Los Penados

Ahora que, presumo, viene a colación
La crónica del nudo palpitante,
Permite que me haga participante
De tu silencio con mi contribución.

Como la moda, terca e inconstante,
La caprichosa lengua del corazón,
Mutable como piel de camaleón,
Relega mi entendimiento vacante

Dejándome delirante y expuesto
A humaredas y vientos alterados;
A mudanzas de mi juicio pospuesto;

A lamentos de los aficionados.
Cuando acostumbro al dolor manifiesto
Y la entereza de los condenados.

La espera
Siempre es más corta
Que el valor
De la pérdida de un tren
Cuyo lugar en la lista de
Perdidos,
Desconoces.
Mas ahora quiero
Respirar
El frio que emana de tu
Boca.

De Menesterosas Riquezas

A menudo me asombra la riqueza
Que la penuria da por argumento.
Y me conformo con este momento
Que deja regusto a miel y a cereza.

Cuando tu palabra es mi alojamiento
Sabes que me alimento de belleza,
- Más, si es aderezada con cerveza -
Que tu mirada es mi mejor sustento.

Vivo la fría mañana de invierno
Templando tu corazón y tus dedos;
Olvidándonos del frescor externo,

De mis cuitas, mis temores y miedos.
De mi travesía por el Averno,
Que te erige en el mayor de mis credos.

Manjar de dioses
Pecadores,
Expulsados del paraíso
Y su entronamiento,
Es la inmisericorde
Contemplación de la
Belleza.
Pábulo de humildes
Versificadores
Cuyos estómagos se sacian de
Beldad.